Hugo Lindo
Abramos hoy el libro del invierno del trópico
Miremos sus estampas.
¡Qué diferentes son de las del otro invierno, del que nos referían en la alcoba del niño!
Este no tiene blancos, sino verdes,
apretados, profusos,
como saltando verde sobre verde y verde
hasta una plenitud de selva en celo.
Aquí no están presentes
el horizonte frío
ni el cielo de pizarra,
ni la luz demorosa, frágil y entumecida.
Aquí no están presentes
la elástica figura de animárbol del reno,
ni el pino con su cofia,
ni el abeto que estira largamente los brazos
conjurando al demonio cristalino del hielo.
¡Pero cuánta poesía palpitante!
¡Cuánta fuerza viril,
cuántos dioses despiertos en el rayo,
o vueltos hacia el llanto en los tibios helechos,
o reclinados dulcemente junto al musgo!
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