miércoles, 4 de junio de 2008

EL PRIMOGÉNITO


Roque Dalton



Yo en cambio lloro por mi alma:
Mi alma es vaporosa cuando bebo solo:
Los escombros de mi alma son traicionados por su dueño
Para los testimonios de esta máquina implacable.
Y eso,
Mientras sobre mis hombros cae ―con infinita lentitud―
La ceniza amarilla de mis antepasados.

No sabemos lo que hemos perdido, oh correligionarios
En esto de la marca de Caín; pero
Tiene que ser la ley o la plegaria, con toda seguridad.
Debería mejor hablar de la niebla en tono undívago,
Hacer un recuerdo leve de las cosas de nuestra vida interior
(por encima
Y muy lejos de los hombres que engullen
Embutidos demasiado grasosos
Y que son tan torpes para el asesinato
O para el primer acto en la noche amorosa).

Ah, mínima, intrusa ciudad que cuelga de mi ventana
Como un ahorcado.


No hay comentarios: